«Tengo el colesterol muy alto. Tengo que empezar a cuidarme desde ya. Dieta, deporte…» me digo mientras me miro al espejo sujetando con las dos manos un abultado mondongo. No sé cuánto tiempo lleva ahí, nunca me había fijado. No la había notado. Tampoco el síntoma ese de «todo es perfecto» que le concede su característica curvatura. Y ahí estoy, mintiéndome con la excusa de mi último análisis, frente al espejo, preocupado por primera vez en mis casi 40 años, por esa «felicidad» (entiéndase «panza») que atrofia mi figura (esa que nunca tuve) y que escandaliza a mujeres y metrosexuales, preocupa a nuestro sistema sanitario y reconforta a las farmacéuticas. No me quiero mentir: me preocupa esa barriga y, como daño colateral, mi salud. Sigue leyendo
-
¡Búscalo!
-
Entradas Recientes
- La pequeña Isa quiere ir a prisiones (III)
- La pequeña Isa quiere ir a prisiones (II)
- La pequeña Isa quiere ir a prisiones
- Mientras tanto
- Presos políticos
- El término por la palabra
- Custodia compartida: ¿la mejor opción?
- Luces y sombras del fin de las hostilidades de las FARC en Colombia
- Nuestro granito de arena…
- La nueva eximente incompleta: «affluenza»
-
Enlaces